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Contra el Antídoto de Jáuregui y en favor de don Luis de Góngora por un
curioso, este es el título que ofrecen los dos manuscritos que han conservado
esta pieza de la polémica. Su autor eligió un título que amplía las expectativas y las
funciones que se atribuyen a estos componentes paratextuales del discursoen favor de don Luis de Góngora.
Dos datos con cierta pertinencia merecen destacarse en el título. En primer lugar, es
la única respuesta al Antídoto que refiere abiertamente el nombre de
su autor y lo incluye en el título. Solo tres de los manuscritos conocidos que han
conservado el Antídoto incluyen esta información: BNE, ms. 3965 («Por
don Juan de Jáuregui, caballero sevillano»), Biblioteca Universitaria de Zaragoza, ms.
250 («Compuesto por don Juan de Jáuregui») y Biblioteca Municipal do Porto, ms. 612
(«Don Juan de Jáuregui»). Es cierto que, a pesar de la divulgación anónima del Antídoto, su autoría debió de ser un secreto a voces entre los
participantes de la polémica, y el primer interesado en ello fue el propio Jáuregui,
quien a menudo obró movido por los deseos de notoriedad. Sorprende, sin embargo, que
siendo el autor de esta censura quien reunió y dispuso los materiales en el BNE, ms.
3726, como luego se explicará, no aparezca en el testimonio del Antídoto en él recogido ninguna mención a su autor. Por otro lado, no carece de
interés que ocultara su identidad ante el lector reconociéndose como un
curioso. Y, ciertamente, lo hace con plena conciencia y coherencia, pues en el
cuerpo del texto confiesa haber juntado las obras que conforman el volumen «por
curiosidad», es decir, con diligencia y cuidado, con el deseo de saber y averiguar las
cosas; significados que le atribuían los españoles del siglo XVII a tal cualidad. Así
era como se presentaba e identificaba el autor de este opúsculo.
El Contra el Antídoto, pieza de la polémica gongorina transmitida por
el BNE, ms. 3726, ha sido atribuido a Juan López de Vicuña, editor de las Obras en verso del Homero español (Madrid: Viuda de Luis Sánchez, 1627), y al
recopilador del manuscrito que sirvió de modelo para esa edición, Juan de Salierne.
Joiner GatesObras de Góngora, proyectada y prometida en los preliminares de la
edición de Vicuña. Planteó esta conjetura inducida por la opinión de Lucien Paul
Thomas Obras de Góngora
proyectada por Vicuña, que este es el autor anónimo del Contra el
Antídoto, y que en su segundo tomo pensaba incluir no solo las obras prometidas,
sino, además, todas las defensas en contra del Antídoto contenidas en
este manuscrito»Obras en verso del Homero español, pero
no admitió que la pieza titulada Contra el Antídoto fuera obra de
VicuñaContra
el Antídoto serait Vicuña lui-méme».Obras en verso, esto es, el BNE, ms. 3726. Tal persona era Juan de
Salierne, como se deducía de la declaración de Vicuña, en junio de 1628, ante Alonso
Téllez Girón, comisario de la Inquisición en Madrid. Jammes mantuvo esta hipótesis en el
«Apéndice II (La polémica de las Soledades)» de su edición del
poema
Situémonos en 1620. Juan tenía diecisiete años. Su hermano había
iniciado el año anterior su actividad editorial. Es posible que Juan le ayudase. Por lo
menos, pudo tener relación con el ambiente librero. Se relacionaría con Juan de
Salierne, que se aprovechó de su joven amigo y le propuso solicitar a su nombre el
privilegio de un libro problemático, pues vivía el autor. Salierne se encargó de obtener
las censuras y gestionar el privilegio a nombre de su joven amigo, y además le dio
trescientos cincuenta reales por hacer de testaferro. Que no pudiese editar enseguida el
libro, no le importaría, ya llegaría el momento, todavía era joven. Fue, como hemos
dicho, en 1624, que actuó por vez primera como editor. Sin embargo, cuando llegó el
momento, a la muerte de Góngora, ya estaba comprometido en la edición de la obra de
Salas Barbadillo, por lo que, falto de dinero, tuvo que vender el privilegio a Alonso
Pérez
Llegados a este punto, hemos de preguntarnos quién es Juan de Salierne. Este es el
nombre que se transcribió en el segundo pliego del expediente de la declaración de López
de Vicuña ante la Inquisición en 1628. De él se dice que era vecino de Madrid, y «ya
difunto», aunque no se refiere desde cuándo. Añade que «tenía recogidas todas las obras
de don Luis en un libro manuscrito y trató de imprimirlas, para lo cual se sacó
privilegio en cabeza de este que declara, etc.»La imprenta y el comercio de libros en Madrid: siglos
XVI-XVIII, inserta la siguiente entrada para Juan de Saldierna:
Con el título de don figura en la relación de libreros
madrileños hecha por el Santo Oficio en 1616, establecido al «Carmen». Y se anota «Este
trata y contrata y no es librero y tiene gran librería». En el repartimiento de harina
hecho por la Inquisición entre los libreros de Madrid, con fecha 27 de octubre de dicho
año, se le cita, no obstante, también entre los de este oficio
Por nuestra parte, hemos topado con otros datos y documentos que hacen referencia a
este Juan de Saldierna. El primer documento demuestra que en 1625 aún estaba vivo, pues
aparece como comprador de dos lotes en el inventario de una almoneda de libros dado a
conocer por Trevor Dadson. El tres de mayo de 1625, Juan de Saldierna paga tres reales
por dos libros que pertenecieron a la biblioteca del Almirante de Aragón: un tratado de
armas en italiano y la Vida de la reina Margarita «en dos
cuerpos»Epítome de la biblioteca oriental y occidental,
náutica y geográfica (Madrid, Juan González, 1629) de Antonio León Pinelo,
primera bibliografía del Nuevo Mundo. En el «Discurso Apologético de Juan Rodríguez de
León a la biblioteca del licenciado Antonio de León, su hermano», contenido en el propio
Epítome, se lee que en la biblioteca de don Juan de Saldierna había
en lengua castellana más de cuatro mil volúmenes, de los que daría noticia don Tomás
Tamayo de Vargas en su Junta de librosJunta de libros de Tamayo no proporciona ningún
dato concreto sobre la librería ni sobre la persona de Juan de Saldierna (véase
Tamayo, 2007). Es probable que este Juan de Saldierna sea la misma persona que con la
variación gráfica del apellido, Juan de Çaldierna Navarrete, aparece en un documento
reproducido por Pablo Jauralde en la entrada «Cruz y negocios de Quevedo» de su blog
Han ganado los malos (http://hanganadolosmalos.blogspot.com.es/2011/04/cruz-y-negocios-de-quevedo.html.
Última consulta: 22-09-2015). En tal documento, Quevedo firma ante notario que ha
vendido los bienes (joyas, libros, muebles, etc.) que le entregó Juan de Zaldierna
Navarrete, cuya firma aparece en el protocolo, para que fueran vendidos en Sicilia.
Añade Jauralde que, según sus averiguaciones, este Juan de Zaldierna era el
administrador de los bienes del conde de Villamediana, aunque no precisa más. Por
nuestra parte resta añadir que el mismo nombre consta en las aprobaciones de dos
libros significados de esos años: Juan de Zaldierna Navarrete daba su aprobación en
Madrid el veintiséis de julio de 1619 al comentario a Garcilaso de don Tomás Tamayo de
Vargas, Garci Lasso de la Vega, natural de Toledo, príncipe de los poetas
castellanos (Madrid: Luis Sánchez, 1622); el doce de agosto del mismo año es la
fecha de la aprobación de Lope de Vega; también Juan de Zaldierna Navarrete aprobó el
veintidós de octubre de 1620 las Varias noticias importantes a la humana
comunicación (Madrid: Tomás Iunti, 1621) de Cristóbal Suárez de
Figueroa.
Así pues, considerando estas premisas, es necesario plantear si la hipótesis de Joiner
Gates, corregida y matizada por Robert Jammes, es verosímil o no. Para ello hemos de
preguntarnos en primer lugar si el BNE, ms. 3726 es un códice preparado para la
impresión, idea sobre la que se funda tal conjetura. El compilador de este manuscrito ha
reunido los dos grandes poemas de Góngora y un conjunto de textos muy heterogéneos
referentes a ellos. Por un lado, dos obras poéticas íntimamente relacionadas con el Polifemo gongorino: La fábula de Acis y Galatea de don
Luis Carrillo y Sotomayor, y la Fábula de Polifemo a lo burlesco de
don Alonso Castillo Solórzano. Por otro lado, un conjunto de textos de la controversia
que tiene como denominador común el Antídoto de Jáuregui, pieza que se
copia entre los folios 224 y 248. Así, reúne las dos refutaciones más sesudas del Antídoto: Discursos apologéticos por el estilo de las «Soledades» y Las anotaciones y comentarios (f. 72-221) de Pedro Díaz de Rivas, y el
Examen del «Antídoto» (f. 249-313) del abad de Rute. Junto a estas
piezas que representan respuestas muy calculadas, rigurosas, llenas de erudición, se
copian otras de corte satírico: Contra el Antídoto y en favor de Don Luis
de Góngora por un curioso (f. 249-258), que es la pieza que nos ocupa; Cierta nota de cierto advertente a este Examen; una Apología del señor don Francisco por una décima del autor de las «Soledades»; y
las décimas que el Padre fray Luis de Guzmán o de Sevilla, varón religioso
y en poesía sapiente hizo contra las sofisterías del «Antídoto» y a
favor de las «Soledades» y de su autor (f. 101-102).
Finalmente, el manuscrito se cierra con la Oda a la toma de Larache
(f. 317-318v) y las Anotaciones que sobre ella escribió el propio Díaz
de Rivas (f. 319-343).
Lo primero que se ha de considerar es en qué se parece lo incluido en este manuscrito
con lo anunciado por Vicuña. Las hipótesis de Joiner Gates y Jammes tuvieron su origen
en las siguientes palabras del prólogo «Al lector» de las Obras en verso
del Homero español:
Muchos versos se echarán menos, algunos que la modestia del
autor no permitió andar en público; y otros que en siete años desde el veinte compuso,
en breve se darán a la estampa con las comedias de Las firmezas de
Isabela y el Doctor Carlino. La primera ya impresa y la segunda
que aún no acabó. Y aun se aumentará el volumen con los comentos del Polifemo y Soledades que hizo el licenciado Pedro Díaz de
Rivas, lucido ingenio cordobés. Vale.Obras en
verso del Homero español, Madrid: viuda de Luis Sánchez, 1627, f.
¶6rv.
Lo prometido por Vicuña o por Salierne (o Saldierna) en el prólogo apenas se
corresponde con el contenido de este códice, pues en él no están ni las comedias ni las
composiciones compuestas por Góngora entre 1620 y la fecha de su muerte. Como es sabido,
desde el pormenorizado análisis que realizó Dámaso AlonsoObras en verso el Homero
español es recogido también en Dámaso Alonso (1982: VI, 455-500).Polifemo y Soledades que hizo el licenciado Pedro Díaz
de Rivas». Las únicas composiciones de Góngora que se incluyen son el Polifemo, las Soledades, la Oda a la toma de
Larache y las décimas «Por la estafeta he sabido»; es decir, ni rastro de las
composiciones del periodo de 1620 a 1627 que no se incluyeron en la edición de Vicuña.
Es más, las cuatro composiciones citadas habían formado ya parte de las Obras en verso del Homero español. Además, el texto de las Soledades de Vicuña y el del BNE, ms. 3726 presentan numerosas variantes y
concluyen en versos distintos: la edición ponía el punto final a la segunda Soledad en el verso 840 («al viento esgrimirán cuchillo vago»); el manuscrito
concluye, como la mayoría de las buenas copias posteriores a Vicuña, según observó
Robert Jammes, en el verso 936 («heredado en el último graznido»). Cabría preguntarse,
en fin, qué pintan en un manuscrito que representaría la segunda parte de las Obras en verso del Homero español la fábula compuesta por de don Luis
Carrillo y Sotomayor; y el Polifemo a lo burlesco de don Alonso
Castillo Solórzano.
La presencia en el códice de los Discursos apologéticos por el estilo de
las «Soledades» y Las anotaciones y comentarios (f. 72-221) no
parece suficiente para justificar la identificación de la prometida segunda parte de las
Obras en verso. La mayor parte de lo anunciado no está incluida en
el volumen manuscrito (bastaría pensar en la ausencia de las comedias Las
firmezas de Isabela y el Doctor Carlino). Además, el tiempo ha
demostrado que los Discursos de Díaz de Rivas hubieron de circular
ampliamente entre los aficionados a la nueva poesía. Hoy sabemos que están también en la
Biblioteca Municipal do Porto, ms. 612 y la BNE, ms. 3906 (f. 68-91v). Sabemos también
que comentaristas como Vázquez Siruela, quien a nuestro juicio fue el propietario del
manuscrito 3906, de quien pasó a Ambrosio de la Cuesta SaavedraPolifemo y las Soledades indica
intermitentemente la deuda contraída con los textos del erudito cordobés: «hombre de
mucho ingenio, y a quien yo no usurparé la gloria que se le debe por su fatiga,
declarando siempre en este comento lo que fuere suyo»Las Soledades de don Luis de Góngora, comentadas…, Madrid:
Imprenta Real, 1636: p. 314.Epístolas
satisfactorias, Granada: Blas Martínez, 1635: f. 43v. Soledades.
Los textos del Polifemo y las Soledades aparecen
copiados con una caligrafía muy cuidada y estilizada, con las portadas y las letras
capitales adornadas, algo poco común en textos preparados para la impresión y sí más
propio de quien está acopiando para su propia biblioteca o por encargo de algún prócer
los textos de los poemas mayores de Góngora y los referentes a ellos en un mismo
volumen, para lo cual encarga trasladarlos a varios pendolistas profesionales o se hace
con copias de los mismos que recopila en un volumen. A falta de un exhaustivo análisis
codicológico del volumen manuscrito, las características materiales y externas del
códice parecen avalar esta hipótesis, pues hay en él distintos tipos de letras, de
tintas y de papel.
Es también necesario considerar que muchos de los textos contenidos en el códice no
podrían imprimirse. Su naturaleza satírica los fuerza inevitablemente a la difusión
manuscrita, ¿o acaso alguien se podía atrever a imprimir el Antídoto
sin consentimiento de su autor, cuando, para más inri, había circulado anónimo, aunque
la autoría del sevillano Juan de Jáuregui fuera notoria y aun confesa? ¿Y qué decir de
las respuestas al Antídoto, que en el fondo son todas las piezas que
aquí se concentran? Bastaría repasar los manuscritos que han transmitido la polémica
para ver que los textos que contienen suelen formar, por voluntad del compilador que los
selecciona, un corpus orgánico en el que unos responden a otros. Eso sí es genuino de la
difusión manuscrita de las humanidades en la España barroca y resultaría extraño en la
transmisión impresa
Vayamos a otro asunto. Todo apunta de forma inequívoca, en efecto, a que el autor del
Contra el Antídoto es el compilador que ha reunido los materiales
que se incluyen en el BNE, ms. 3726. Es también el autor de la décima Contra el Antídoto que don Juan de Jáuregui hizo contra las Soledades. Décima:
«Antídoto ha intitulado/ a su crítica escritura…», además de Cierta nota de
cierto advertente a este examen, que encabeza la Apología por una
décima. Es lo que se infiere de las observaciones autorreferenciales que el texto
del Contra el Antídoto ofrece. La primera de ellas es una declaración
del exordio en la que afirma que las obras de don Luis de Góngora «por curiosidad he
juntado todas o casi todas en este libro y en otro». Se refiere a dos libros de mano,
pues no establece diferencias entre uno y otro. La forma verbal empleada es «he
juntado»; esto es, ‘he reunido’. La referencia al «otro libro» es indiferenciada, no se
puede colegir de ella que se trate del volumen de las poesías que acabó editando Vicuña,
que poseía las aprobaciones desde 1620. Entendemos que si se tratara de él se haría
alguna observación más informativa, más pertinente. Es más, asegura haberlas juntado
«por curiosidad», y no por ninguna otra razón; lo cual justifica la identidad del autor
en el título del opúsculo: Contra el Antídoto de Juan de Jáuregui y en
favor de don Luis de Góngora «por un curioso».
Buena parte de los volúmenes que han reunido las piezas en torno al Antídoto posee las mismas características, y en ellos sobresalen las respuestas
al Antídoto y las pullas a otras piezas de Jáuregui, como sucede en
este opúsculo con las censuras al Orfeo. Piénsese, por ejemplo, en el
ms. 2006 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, que contiene las siguientes piezas
en este orden: 1) el Antídoto encabeza el contenido de este manuscrito
ocupando sus cuarenta y tres primeros folios; 2) La carta que Jáuregui escribió contra
Lope de Vega intitulada: Al maestro Lisarte de la Llana. El licenciado
Claros de la Plaça…; 3) La Décima contra el Antídoto; 4) Anotaciones y defensas a la «Soledad Primera» y al «Polifemo» de Pedro
Díaz de Rivas; 5) El Examen del «Antídoto» de Francisco Fernández de
Córdoba. En este manuscrito aparece atribuido a Francisco de Amaya. 6) Hay también una
censura anónima a la Canción a la venida de Italia a España del
excelentísimo duque de Osuna, composición que, tangencialmente, está vinculada a
la polémica gongorina
Otro ejemplo de compilación similar al BNE, ms. 3726 es el manuscrito de la Biblioteca
Municipal do Porto dado a conocer por Antonio CarreiraPoesias de Alão es el título que aparece en el tejuelo. En opinión de Carreira,
su colector debió de ser el poeta y jurista portugués Cristóvao Alão de Moraes, autor en
1650 del poema mitológico O Cyclope Namorado: Fábula de Polyfemo y
Galathea, cuyo texto ocupa los primeros cuarenta y un folios del manuscrito.
Después de la fábula de Alão, tras diez folios, aparecen el Antídoto;
los Discursos apologéticos de Díaz de Rivas; el Parecer
sobre las «Soledades», dado a conocer y editado por Antonio CarreiraCarta que un amigo de
D. Luis de Góngora...; la Respuesta de Góngora; y una serie de
sonetos, romances, décimas y redondillas del poeta cordobés. A continuación, con otra
letra, se halla una versión de la primera Heroida ovidiana, una
endecha, una ensalada de versos y otra anónima Fábula de Polyphemo y
Galathea compuesta por cincuenta y tres octavas. Le siguen unos poemas atribuidos
a Lope, dos silvas (Fábula de Pan y Siringa y Fábula de
Píramo y Tisbe), sonetos cuadrilingües, romances y un soneto. Así pues, como en
el BNE, ms. 3726, también se copian otros Polifemos.
En otro lugar del opúsculo, el autor, al referirse al Examen del
«Antídoto», hace la siguiente observación metadiscursiva: «que adelante se podrá
leer, en que responde con agudeza a todas sus sofisterías de vuestra merced». En efecto,
el Examen del abad de Rute es la pieza que sucede a este opúsculo en
el códice, de tal manera que quien lo escribe tiene en su mente el modo en que dispone
los materiales que reúne y traslada. No solo eso, sino que el último enunciado,
«Responde con agudeza a todas sus sofisterías de vuestra merced», permite pensar que ha
sido el propio autor quien ha formulado el epígrafe que en el manuscrito introduce las
décimas de fray Luis de Guzmán «contra las sofisterías del Antídoto».
A renglón seguido, el autor del opúsculo añade una nueva observación autorreferencial
sobre el códice al referirse a Díaz de Rivas: «el cual hizo unas ilustraciones en favor
y defensa del Polifemo y Soledades y las demás obras
de Don Luis de Góngora, que las puede vuestra meced ver, que están en este libro o 2a parte». De nuevo apela a Jáuregui con otra indicación sobre el
volumen, mediante el deíctico este, como en el primer enunciado que se
ha comentado. Este constituye la segunda parte, luego el otro libro
representa la primera; pero de ahí no se puede colegir que esa primera parte sea el
manuscrito que sirvió de original a la edición de Vicuña, sino, simplemente, el «otro
libro» de las obras de don Luis, que «por curiosidad he juntado todas o casi todas en
este libro y en otro».
Explicamos a continuación otra observación del recopilador que hallamos en otro de los
textos que se copian en el manuscrito. Al trasladar la Apología por una
décima atribuida al abad de Rute, el recopilador alude al primer libro:
[…] y por acudir al deseo de algunos que desearon ver las décimas que el
señor don Luis compuso acerca de los que acusaron y no estimaron la obra de las Soledades en lo que era razón, aunque las ponga en el primer libro de
sus obras, con todo eso las pondré aquí, las cuales dicen así: «Por la estafeta he
sabido/ que me han apologizado…»Una
apologia del señor don Francisco por una décia del autor de las Soledades, f.
313r.
Pues bien, entre el texto de las décimas en la edición de Vicuña y el de la BNE, ms. 3726 hay algunas variantes que permiten pensar que los componedores de la edición de Vicuña y el recopilador del manuscrito no tienen delante el mismo modelo, cuando, si se acepta la hipótesis de que el recopilador de este es el mismo Vicuña o Saldierna, deberían reproducir el mismo texto, incluso en sus rasgos ortográficos. Veamos dos de estas variantes:
v. 4: Vicuña: «ya que no bien entendido»; BNE, ms.
3726: «aunque no bien entendido»
v. 8: Vicuña: «pues imputa escuridad»; BNE, ms. 3726:
«pues imputa obscuridad».
En suma, lo que sí se puede inferir de estas observaciones autorreferenciales es que el
autor del Contra el Antídoto es quien compila y ordena ese otro
manuscrito del que habla y este, el BNE, ms. 3726, que contenía las obras de don Luis y
las anotaciones, comentarios y otras obras referentes al Polifemo y
las Soledades, principalmente. De una parte, fue habitual reunir el
Polifemo y las Soledades con discursos en torno a ellas, como se ha
dicho, y, en ocasiones, con otras fábulas dedicadas al mito del cíclope o con
refundiciones a lo burlesco de la de Góngora. Por otro lado, proliferaron códices integri de la poesía de don Luis, hasta el punto de que Rodríguez Moñino
sugirió la idea de la existencia de un taller en Córdoba o en Madrid dedicado a producir
cartapacios de su poesía con caligrafía muy cuidada, propia de amanuenses
profesionalesObras en
verso del Homero español, f. ¶6r. Este folio presenta un estado, cuya versión
más frecuente ha fijado el nombre de «Pedro de Córdoba y Angulo», sin embargo, en
algunos ejemplares hay una enmieda y se alude correctamente al amigo de Luis de
Góngora: «Pedro de Cárdenas y Angulo». Véase Homero Serís (1955: 23), quien ya
advirtió estas diferencias.
Después de muchas indagaciones, no acertamos a plantear ninguna conjetura que pueda
tener apariencia de verdadera sobre la autoría de este opúsculo. No es mucho lo que
hasta ahora se puede decir sobre el particular y además peca de obvio. A nuestro juicio,
son incuestionables dos circunstancias. La primera ya la declara el autor: es natural de
Sevilla y «nacido y criado en la misma collación» que Jáuregui. De esta declaración se
extrae la segunda: conoce suficientemente a Jáuregui, pues sabe que fue bautizado en la
parroquia de la Magdalena. Los datos costumbristas y sociológicos que aporta nos impiden
pensar que el autor haya impostado su origen sevillano tan verosímilmente. Conoce bien
la idiosincrasia y las diferencias sociales de los barrios: por ello le espeta que su
escrito es más propio de los atrabiliarios e irreverentes del barrio de la heria o Feria y del pendón verde, territorio de hampones en
Sevilla y, tradicionalmente, de la contestación civil contra los abusos de los poderes
públicos, pues la rebelión en 1521 del pendón verde es aún recordada
como la revuelta social más violenta de la historia moderna en Sevilla contra la nobleza
y la oligarquía municipal
Él es «magdalenico» o «magdalénico», esto es, de la Magdalena, collación y parroquia
donde habitó y se bautizó gran parte de la nobleza hispalense, dominio de la gente de
orden y buenas costumbres. El dato preciso de «las letras del A. B. C.
nos las enseñó a los dos un mismo maestro, que fue Bazán» tampoco parece una información
inventada. Por otro lado, la enumeración de golosinas con las que regalan su existencia
los biennacidos en Sevilla denota un conocimiento bastante exacto de los usos y
costumbres sevillanos. Otro tanto se puede decir de la alusión satírica a los «mancos de
san Antón», es decir a los tullidos que, como demuestra la documentación de la época,
eran asistidos en la Casa-albergue de San Antón, antiguo hospital de San Antonio
Abad
Magdalénico, en fin, fue uno de los primeros grandes gongoristas, don
García de Salcedo Coronel, del que hoy sabemos, gracias al hallazgo de su partida de
bautismo por Pedro Iván García Jiménez
A pesar de lo dicho sobre el origen hispalense del autor del Contra el
Antídoto, de la siguiente declaración del opúsculo se puede inferir que es
natural de Córdoba:
También le hubiera calificado mucho a vuestra merced el haber
nacido poeta, porque el poeta, para ser bueno, nascitur, y había de
ser el nacimiento por lo menos en Córdoba, madre de poetas, porque el clima del cielo lo
lleva de suelo, y así ha producido tantos y tan buenos en todas edades, porque no en
balde Marcelo la edificó en el sitio que hoy posee con particular observación de astros
y estrellas.
A nuestro juicio, el autor no está haciendo patria con sus palabras, sino que apela a
un motivo muy arraigado entre los hombres de letras del Seiscientos: la concepción de la
literatura nacional como un fluir ininterrumpido, idea que Córdoba, cuyo solar había
visto nacer a Séneca, Lucano, Mena y Góngora, ilustraba mejor que ningún otro lugar.
Sobre el particular, Caramuel pronunció juicios como el siguiente: «por el momento
examino el parnaso alzado a suma perfección gracias al esfuerzo y diligencia de los
españoles», y añadió: «tanto el origen como la meta final la pongo en Córdoba: esta muy
noble ciudad dio al parnaso y a las musas en otro tiempo a Séneca y Lucano, y
últimamente a Luis de Góngora, poeta fecundísimo y digno de todo encomio»Biblioteca Hispana Nueva:
«No ha sido otra mi intención en lo que he dicho que reprender y notar la falta de
erudición del vulgo de los poetas españoles, pero sin referirme de ningún modo a los
que justamente merecen verdaderos aplausos, por pertenecer no a la clase de aquéllos,
sino a la más distinguida, y ser quienes han disputado y disputan brillantemente a los
más sublimes de Italia y a los príncipes del arte métrica. Omitiendo los antiguos
provenzales o de lengua valenciana, entre los cuales se dice que un Ausias March
oscureció la gloria de los más célebres versificadores de su tiempo, el cordobés Juan
de Mena imitó tan felizmente en la erudición y en los argumentos a Dante y a Petrarca,
que de no haber sido la rudeza de la época a manera de grillete que le impedía
moverse, habría ya desde entonces admitido la culta Italia, tan dada a la poesía, cómo
se levantaba Córdoba de su antiguo sepulcro para volver por sus antiguos fueros; pero
así que en los comienzos del siglo XVI adquirió nuestro idioma mayores cultura y
ornato que las que había tenido en las centurias anteriores…».
En suma, como el propio Antídoto, el Contra el
Antídoto, última de sus réplicas, también se divulgó sin que el autor revelara su
identidad. Así se difundió la Carta de un amigo de don Luis que le escribió
acerca de las Soledades; del mismo modo se presentaron la Carta
echadiza y el Papel del alférez Estrada, conocido solo por la
mención que de él se hace en el Anti-Jáuregui del licenciado Luis de
la Carrera. Sin nombre de autor se conservó la Soledad primera, ilustrada y
defendida, aunque hoy sepamos que el agustino fray Francisco de Cabrera está
detrás de su autoríaObservaciones a las Anotaciones de Fernando de Herrera; el propio Herrera respondió haciéndose pasar
por un amigo suyo.
A las anteriores consideraciones sobre el origen sevillano del autor cabe añadir que en
torno a 1624 comenzaron a conformarse algunos códices integri de
Góngora en Sevilla. La recepción del poeta cordobés en la ciudad hispalense fue tardía,
pero muy activa a partir, sobre todo, del interés que Góngora suscitó en Salcedo y
Nicolás Antonio, y se acrecentó más tarde con la llegada a la ciudad de Vázquez Siruela.
En unos folios del BNE, ms. 3893 aparece una lista, conocida de todos, publicada de
forma completa por Ryan, de los «Autores que han comentado, apoyado, loado y citado las
poesías de don Luis de Góngora», que constituye la más extensa de las relaciones de este
tipo compiladas en el siglo XVII por los admiradores del poeta cordobés. La lista
incluye sesenta y cuatro autores; pues bien, ninguno de ellos es oriundo de Sevilla,
salvo el citado don García de Salcedo Coronel y Rodrigo Caro, al que cita por haberse
servido de dos versos de don Luis, uno de la canción a San Hermenegildo y otro del Polifemo. Listas similares elaboran a lo largo del XVII otros
admiradores de Góngora, el abad de Rute en el Examen del «Antídoto»,
el doctor Enrique Vaca de Alfaro, Andrés de Ustarroz y Angulo y Pulgar, en cuyas Epístolas satisfactorias ofrece un catálogo de panegiristas ordenado por
lugares de origenEpístolas
satisfactorias, f. 54rv.Cuentos de Arguijo: en ella Góngora,
convertido en personaje proverbial, era el protagonista de varios cuentecillos.
La fecha de composición de este opúsculo hubo de ser 1624, como bien se apercibió Roses
LozanoOrfeo, obra que se había estampado en el verano de ese año, y la
alusión a Juan Pérez de Montalbán, a nombre de quien se había publicado casi
simultáneamente la réplica al poema de Jáuregui, el Orfeo en lengua
castellana (Madrid, 1624).
La actualidad de la controversia en torno al Orfeo proporcionó al
autor del Contra el Antídoto la oportunidad y las razones para zaherir
al poeta sevillano cuando ya la polémica originada por el Antídoto
había perdido vigencia y podía considerarse casi extinguida. Igual que otros ataques al
Orfeo, el opúsculo ponía en solfa la inconsecuencia entre los versos
del poema mitológico y la doctrina poética propugnada por su autor. El opúsculo ilustra
de forma concisa cómo fue recibido el Orfeo en los círculos
literarios; su autor veía burlonamente y con cierto regocijo el aparente gongorismo de
quien había proferido la más agria descalificación contra las Soledades, pues en el poema mitológico «no guarda la doctrina que reprehende en
el señor don Luis: quia loqui facile, praestare difficile».
A nuestro juicio, pues, el texto debió de ser redactado a finales de 1624 o poco
después, cuando la actualidad del chismorreo literario de la corte estaba protagonizada
por las sátiras contra el poema de JáureguiDiscursos
apologéticos aparecen en este manuscrito con la observación «año 1624»Discursos se acabaron antes de 1618, porque los manuscritos
incluían un soneto laudatorio a Díaz de Rivas obra de Antonio de Paredes, que había
muerto en 1618. La conjetura de Gates fue revisada por Roses (1994: 45); pero Jammes
(1994: 653-656) se inclinó por la fecha temprana de composición, antes de
1618.Fábula de Polifemo a
lo burlesco de Alonso de Castillo Solórzano, testimonio que, según se explica en
el estudio de la transmisión textual del poema llevado a cabo por Rafael BonillaDonaires
del Parnaso que se habían impreso en Madrid en 1624Donaires se imprimió dos veces en el breve
plazo de diez días. Los datos textuales que ofrecen las variantes llevan a Bonilla
(2006: 128) a concluir que el texto de la fábula copiado en el BNE, ms. 3726 es
transcripción de la primera de las dos impresiones, la edición pirata.
El autor del Contra el Antídoto optó para su diatriba por el modelo
de la carta censoria, de manera que con su elección reprodujo conscientemente el marco
del discurso que empleó Jáuregui para dar forma a su Antídoto. Como es
sabido, las controversias literarias de los siglos XVI y XVII encontraron en la epístola
el género propicio para la descalificación personal. La carta era tan maleable en sus
posibilidades estilísticas que permitía amoldarse a la sátira y a la invectiva. Además,
el encubrimiento del autor y el anonimato, convenciones adoptadas en muchas de las
cartas que participaron en las querellas de la época, favorecían el vituperio personal y
el sarcasmo descalificador. Así pues, con la opción del cauce epistolar, el autor del
Contra el Antídoto asumió una de las condiciones formales comunes a
la mayor parte de las obras que participaron en el debate en torno a Góngora.
El enunciatario explícito del texto es Jáuregui: «Por ser yo también natural de
Sevilla, mi señor don Juan». La identidad del destinatario es anunciada en el mismo
título: Contra el Antídoto de Jáuregui. A él se apela
intermitentemente mediante la fórmula de tratamiento común en la época, el deíctico
social vuestra merced.
Como corresponde a la carta censoria, el autor del Contra el Antídoto
se sirve de los fines y estrategias del discurso demostrativo; se propone probar que
Jáuregui no está legitimado para juzgar la poesía de Góngora, tesis que encadena con
otra proposición en el tramo final del discurso: la incongruencia entre las ideas
poéticas que Jáuregui había defendido en el Discurso y su puesta en
práctica en el Orfeo. El resultado es una estructura argumentativa
encuadrada muy eficaz para los fines epidícticos del opúsculo. Aunque la intención
global sea demostrativa, esta se enmascara en fórmulas deliberativas que atenúan el
vituperio so capa de consejo: «me atrevo, por todos estos títulos y por ser mayor de
edad, a decirle a vuestra merced lo mal que lo miró en arrojarse a escribir el Antidoto de vuestra merced, tan cacareado, contra las obras de don Luis
de Góngora». El mismo proceder se observa en la peroratio: «Y pues en
esto lo han puesto a vuestra merced sus obras, no trate de hacer más, que no granjea
opinión». Concurren también en el escrito características e intenciones del discurso
forense cuando, con el fin de subestimar las capacidades de Jáuregui, juzga el Orfeo en lengua castellana muy superior al del poeta sevillano: «Y bien
se le ha echado de ver en el negro Orfeo un estudiante, y no de mucho
nombre. Afrentado y aun corrido de ver su Orfeo de vuestra merced,
hizo otro, y es tanto mejor que el de vuestra merced como de blanco a prieto». Al margen
de estas incursiones en lo deliberativo y lo judicial, el fin permanente que ilustra la
intención global del Antídoto es demostrativo, inclinándose siempre al
vituperio: «aunque sin duda pudiéramos descubrir redoblados errores de los
apuntados».
Como se ha expuesto, el autor del opúsculo tenía garantizada la defendibilidad de sus
opiniones y argumentos por el estado de opinión que a la altura de 1624 había en torno a
Jáuregui, al Antídoto y a los poemas mayores de Góngora. El aparente
anacronismo de este escrito, redactado diez años después de la difusión de la invectiva
contra las Soledades, era mitigado y disculpado por la actualidad de
la controversia suscitada por la publicación del Orfeo, que, al cabo,
propiciaba la oportunidad de un nuevo ataque a Jáuregui y de la defensa incondicional de
Góngora. La divulgación del Examen del «Antídoto» del abad de Rute y
de los Discursos apologéticos y Anotaciones de Díaz
de Rivas, obras a las que se apela en el opúsculo, ratificaban su defendibilidad. Se
daban, en suma, las circunstancias propicias para salir a la palestra y escarnecer al
poeta y pintor hispalense.
La estructura argumentativa del Contra el Antídoto se conforma con
los procedimientos demostrativos al uso, que su autor conoce al dedillo y emplea con
destreza. Así, el escrito se abre con un exordio que conjuga las cualidades necesarias
para su eficacia persuasiva: la expresión de modestia, el planteamiento de las
condiciones previas a la argumentación, para enmarcar la cuestión, y la justificación de
su pertinencia. Para no demostrar arrogancia apela a recursos afectivos como el
paisanaje con su interlocutor y al hecho de compartir con él un marco común de
referencias: «Por ser yo también natural de Sevilla, mi señor don Juan, y nacido y
criado en su misma collación de vuestra merced, la Magdalena, y aun su amigo ab incunabulis, porque las letras del A. B. C. nos las
enseñó a los dos un mismo maestro». El origen sevillano que proclama, real o inventado,
tiene un valor funcional, pues será usado para legitimar su discurso en algunas partes
de la argumentación. Para justificar la reprobación del Antídoto y de
su autor sobrepuja la figura y la obra de Góngora, aduciendo el reconocido argumento de
la mayoría o tópico de la cantidad mediante la invocación del reconocimiento universal
de su calidad literaria:
[…] que, siendo vuestra merced español y andaluz, haya querido oscurecer lo que tantos doctos españoles y hombres de buen gusto han alabado, engrandecido y reverenciado como a prodigio y monstruo de naturaleza. ¡Y qué digo los españoles, todas las naciones que han tenido noticia de sus obras!
Disimulada bajo una formulación deliberativa, como se ha dicho, dispone la propositio en el exordio: «me atrevo… a decirle a vuestra merced lo mal que lo
miró en arrojarse a escribir el Antidoto». En la disposición de los
argumentos se distingue claramente la forma básica de la argumentación por adición. Todo
el cuerpo argumentativo se orienta, por un lado, a probar, mediante analogías, símiles,
cuentecillos, dichos y expresiones proverbiales, que Jáuregui no estaba capacitado para
evaluar las Soledades, y, por otro, a justificar el silencio de
Góngora. Ambos propósitos se conjugan en el primer argumento, una analogía que compara
el Antídoto con un vejamen universitario, modelo de discurso en el que
se «dicen muchos disparates vestidos con colores y apariencias de verdad», y en el que
el doctorando, víctima del agravio, «no haciendo caso del vejamen, queda más honrado y
graduado». El autor compara agudamente ambos asuntos, de forma que presupone que, al
tratarse del mismo tipo de relación, lo que es cierto para uno es también para el otro.
En consecuencia, con el conector supraoracional así introduce la
conclusión que se extrae de la analogía: «Asívuestra merced ha servido de darle el
vejamen al señordon Luis, que de esto ha servido su Antídoto, con lo
cual ha quedado más honrado, calificado y conocido por muy eminente en su facultad…».
Refiere de paso, para encarecer a Góngora y reprobar a Jáuregui, la notoriedad y calidad
de las personas que salieron en su defensa: el abad de Rute y Pedro Díaz de Rivas.
Se sirve de una segunda analogía para demostrar la injustificable osadía del autor del
Antídoto y la indiferencia de Góngora: compara a Jáuregui con los
perrillos ladradores o gozques que desafían cobardemente a quien les sale al paso para
después huir. El símil había sido empleado por el propio Góngora en el soneto «De los
que censuraron su Polifemo»: «Pisó las calles de Madrid el fiero /
monóculo galán de Galatea / y, cual suele tejer bárbara aldea / soga de gozques contra
forasteros». También entre los poemas recopilados por López de Aguilar en alabanza de
Lope para que sirvieran de colofón a la Expostulatio Spongiae se
incluye el «Epigrama contra Torres que ladra contra Vega»; en él se abunda en la misma
idea que en el opúsculo contra Jáuregui: la indiferencia mostrada por Lope ante los
ataques de Torres Rámila: «a Lope ni le inmutan tus ladridos»
Especial importancia tienen en su argumentación los dichos, proverbios y cuentecillos.
El autor hace gala de una de las conquistas del hombre culto y cortesano: la virtud de
ostentar donaire; él representa al vir doctus et facetus, divisa del
humanismo más genuino. Pero la gracia no solo constituía para los hombres de letras de
su tiempo un componente sustancial de la cortesía, como habían dictado Castiglione en el
Cortesano o Gracián Dantisco en el Galateo
español, sino que iba en el viático del culto y del crítico. Cuentos, facecias y
dichos formaron parte indispensable de la erudición del crítico, y así lo declaró Juan
de Robles en El culto sevillano, una retórica escrita para instruir a
un culto que aspiraba convertirse en crítico literario:
Por manera (concluyendo el punto) que el verdadero crítico será
el que tuviere una noticia general de ciencias y cosas diversas, con que discurra
fundadamente por ellas, enseñándolas o explicándolas, y notando lo bueno y lo malo que
hay en cualquier obra, alabando aquello y emendando esto, pero con estilo cristiano y
cuerdo, de forma que en ninguna contradicción ni oposición toque en materia de linaje ni
costumbres, con que pueda injuriar a la persona a quien contradice y se opone, sino solo
toque a la ciencia o ignorancia, ya con advertencias bien fundadas, ya con donaires
traídos a propósito que saboreen la lectura de modo que diga mal bien.
Como ha subrayado Gómez Camacho a propósito de la fuerza argumentativa de los cuentos
en El culto sevillano, la facetudo cortesana se
concebía como un instrumento al servicio de la censura de cualquier obra escrita
En el opúsculo conviven distintas modalidades verbales de lo risible que pueden
englobarse bajo la denominación de cuento, pues en el Siglo de Oro el término ‘cuento’
podía designar cualquier narración breve, jocosa y de tradición oral, y abarcaba en su
significación desde el refrán y el dicho hasta el chiste o la facecia
Y por esta causa me parece se le puede acomodar a vuestra merced un dicho que dijo cierto padre hablando de un hijuelo suyo, que el primer día que empezó a escribir decía que su maestro no sabía lo que se escribía, por lo cual dijo su padre: «Mi hijo Benitillo, antes maestro que discípulo».
La facecia se estructura aquí sobre el dicho ingenioso que produce el efecto jocoso.
Tal dicho era en la época un conocido refrán recogido por Juan de Mal Lara en El refrán fue incluido en otros repertorios de refranes y frases
proverbiales, véase Iglesias Ovejero (1986: 44-45). La filosofía vulgar (centuria octava, nº 32)
Con más propiedad se puede hablar de cuento risible si se describen las características discursivas del relato del cosmógrafo sevillano que se incluye en la parte final de la censura para probar la falta de correspondencia entre teoría literaria y práctica poética en la obra de Jáuregui:
Paréceme vuestra merced a un cosmógrafo que leía en Sevilla en las casas de cabildo, con salario de la ciudad, el arte de navegar a las Indias. Decía bien las distancias, los bajíos y modo de entender y ajustar la aguja y ballestilla. Y el que ultimadamente parecía hablando científicamente, como si todo lo hubiera andado y medido a palmos y visto por vista de ojos, preguntándole en mi presencia un piloto que si le encargasen una nao para ir a las Indias, si nos llevaría a ellas sin errar, respondió que no; porque él lo sabía para poderlo decir en teórica, y que no se atrevería ni sabría ponerlo en práctica.
Este sería en sentido estricto un cuentecillo: un relato breve cuya comicidad se funda
en la narración de una historia graciosa. Se da la circunstancia, además, de que, en el
modelo acumulativo de argumentación que desarrolla el texto, este cuento glosa a su vez
la expresión proverbial latina quia loqui facile, praestare difficile,
traducida usualmente con el refrán castellano «del dicho al hecho hay un gran
trecho».
La misma función probatoria tiene el proverbio 26, 4, asignado en el texto al Sabio, por antonomasia el rey Salomón, a quien tradicionalmente se
atribuye el libro sapiencial de los Proverbios: «Vamos a los mandatos
del Sabio. El primero dice Nerespondeas stulto iuxta stultitiam suam;
el segundo: Responde stulto iuxta stultitiam suam, etc., que para
concordarlos han dado que heñir a los expositores». Con el argumento de autoridad quiere
justificar el silencio de Góngora e ilustrar la analogía de los perros ladradores o
gozques antes referida. Del mismo razonamiento se sirvió Pablo de Tarsia, quien dijo a
propósito de Quevedo en su Vida que, cuando este leyó el Tribunal de la justa venganza (Valencia, 1635), se excusó y declaró que no había
respondido a tal libelo aduciendo: «Eso fuera, señores, ser tan ruin yo como los que le
escribieron. Seguiré al sabio que me aconseja no responder al loco según su locura (Ne respondeas stulto iuxta stultitiam suam, ne eficiaris ei similis (Prov.,
capítulo. 26, vers. 4)»
En suma, la graciosidad procedente de la tradición jocosa erasmiana fue un signo de
erudición, hasta el punto de que ambas cualidades concurren con naturalidad en el mismo
título de un manuscrito sevillano que perteneció a Francisco de Pacheco, Libro de varios tratados de graciosidad y erudición, de diferentes autores,
conservado en la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Sevilla, ms. Ra-158. La
conjunción de lo grave y lo burlesco representa el rasgo distintivo de varias
promociones de poetas y humanistas sevillanos, desde Cetina, Sáez de Zumeta o Alcázar, a
Cueva o Mosquera de Figueroa, como se ha encargado de poner en relieve Valentín
NúñezContra el Antídoto podría ser un
indicio más del origen hispalense del opúsculo, pues entronca con la tradición
humanística sevillana de la literatura jocosa, que tuvo en la compilación de cuentos una
de sus principales inclinaciones. Para Chevalier esta tradición se recogió en cuatro
obras significadas: las Cartas de Juan de la Sal, la recopilación de
chistes, cuentos y anécdotas de Juan de Arguijo, la Primera parte del culto
sevillano, el tratado de retórica antes citado, y las poesías de Juan de Salinas.
En autores sevillanos del Quinientos ya se encontraban los antecedentes inmediatos de
estos coleccionistas de facecias, tan abundantes en la ciudad durante el primer tercio
del siglo XVII. Solo ha de considerarse la Filosofía vulgar de Juan de
Mal Lara, que recoge los refranes del acervo oral y popular, refranes que en muchos
casos contenían la función ejemplarizante, y muchos de ellos se distinguían por su
índole ingeniosa.
Como se ha explicado, el autor del Contra el Antídoto se excusa de
responder teóricamente a las objeciones de Jáuregui apelando a los que ya lo han hecho
por él: el abad de Rute y Díaz de Rivas, cuyas refutaciones incluye en el volumen que ha
recopilado. Su único objetivo es desacreditar a Jáuregui y desautorizarlo para el
ejercicio de la crítica y de la poesía. Hay mucho despliegue de material semierudito de
exempla, pero ello, como se ha explicado, es una convención y
requisito para llegar a ser un crítico agudo. En la época no se podía interpretar
popular como libre de influjos eruditos. La lengua coloquial de los críticos y cultos
era, precisamente por su desenfado, elegante.
En correspondencia con su orientación satírica, cita a Quevedo por su condena de la
envidia de los poetas, aunque no declara qué lugar o lugares concretos de su obra. Es
muy posible que tenga en mente las Premáticas del desengaño contra los
poetas güeros o el Sueño del alguacil endemoniado. En relación
con la envidia y la maledicencia, temas obsesivos en las guerras literarias que mantuvo
Lope, el autor del opúsculo acusa a Jáuregui de falta de generosidad y nobleza de
espíritu al escatimar elogios a Góngora. Para ello introduce una digresión en la que
copia a la letra un pasaje del «Libro primero» de los Pastores de
Belén (1612) de Lope de Vega
Con ella vuestra merced se ha excluido del número de los sabios y doctos, porque de estos es muy propio favorecer los trabajos de los ingenios ajenos; porque, como no tienen qué envidiar, no les duele el encarecer; que hay calidades de hombres, y vuestra merced es uno de estos, que piensan que el bien que dicen de los otros y de sus obras va por cuenta de sus méritos. Y a propósito dijo bien un sabio que los escritos eran los espejos de los ingenios, y que quien no había dado a luz sus obras no había visto la cara de su entendimiento. Y ansí se infiere que no tienen espejo los que no han escrito en la materia de que hablan o reprehenden.
Por su parte, en el texto del libro pastoril a lo divino de Lope se puede leer:
Es muy propio, respondió Frondoso, de los sabios favorecer los
trabajos de los ingenios ajenos, porque como no tienen que envidiar, no les duele el
encarecer, que hay calidades de hombres que piensan que el bien que de los otros dicen
descuentan de sus méritos». […] «Decía bien un sabio, dijo Aminadab entonces, que los
escritos eran los espejos de los ingenios, y que quien no había dado a luz sus obras no
había visto la cara de su entendimiento.» «De esa manera podemos decir, replicó Jorán,
que no tienen espejo los que no han escrito, y no sé yo que haya cosa en que tan bien se
vean, aunque todos saben la causa; porque una persona no se puede acordar de su rostro
por muy aprisa que en el cristal se mire
En consonancia también con el aprecio que denota el autor por lo paremiológico y
sapiencial, incluye como argumento probatorio el proverbio 26,4, que forma parte de la
«Segunda colección salomónica» del libro de los Proverbios, una cita
que acabaría convirtiéndose en lugar común en las controversias literarias, como se
expone en la nota correspondiente de la edición.
El contenido doctrinal del opúsculo Contra el Antídoto es minúsculo y
solo se presenta de forma ocasional y transversal en el texto, disperso entre los
reproches que se hacen a Jáuregui. Su autor había calculado un objetivo muy preciso:
demostrar la incapacidad de Jáuregui para juzgar la obra de don Luis, y, de paso, poder
probar la falta de aptitud del sevillano para la poesía de aliento. Con ello podía poner
en evidencia la falta de conformidad entre las ideas poéticas que había defendido en el
Discurso y su puesta en práctica en el Orfeo, una
incongruencia que fue motivo de mofa entre los adversarios de Jáuregui.
Además, todo lo que cabía refutar teóricamente al Antídoto ya estaba
dicho y recogido en el volumen que había recopilado el autor de esta sátira:
Ya que él no lo ha hecho, lo han hecho otros buenos ingenios,
como es el señor don Francisco de Córdoba, abad de Rute y racionero de la Santa Iglesia
de Córdoba, singular ingenio versado en muy aventajadas letras, grande humanista y muy
docto y versado en poesías, como se podrá ver en su escrito, a quien intituló Examen del «Antídoto», que adelante se podrá leer, en que responde con
agudeza a todas sus sofisterías de vuestra merced. Y no sé yo qué más se pudiera
responder ni decir, y lo que campea más (porque cada uno habla como quien es, o como la
pasión o afición dicta): la modestia tan grande y decoro en el decir, la cual, no
guardándola vuestra merced, parece que se le debía responder en su lenguaje. Otro es el
licenciado Pedro Díaz de Rivas, particular ingenio de Córdoba y muy versado en todas
buenas letras y lenguas, el cual hizo unas Ilustraciones en favor y defensa
del Polifemo y Soledades y las demás obras de don Luis de Góngora, que las puede
vuestra merced ver, que están en este libro o 2a parte, y con modestia le manifiesta a
vuestra merced su poco saber y que no entendió las Soledades.
Con todo, entre las descalificaciones que profiere contra Jáuregui se pueden espigar
algunas ideas que tuvieron presencia y cierta vitalidad en la controversia gongorina y
en la teoría literaria del Siglo de Oro. Como en muchos otros textos que salieron a
defender el Polifemo y las Soledades, hay en el
opúsculo una recurrente ponderación del ingenio o naturaleza de Góngora, entendido este
en términos retóricos como una cualidad espiritual del creador, como un don natural, una
potencia que es origen de la capacidad creativa del hombre y que no puede ser suplantada
por el arte. Al hilo del aprecio que muestra por el ingenio, introduce un argumento cuyo
origen hunde sus raíces en la retórica del humanismo: la creencia de que a cada pueblo,
de acuerdo con su temperamento, corresponde una especial aptitud para la creación y una
forma característica de expresión; de tal manera que a Góngora la inclinación a la
poesía y la excelencia de sus versos le venían de su cuna:
También le hubiera calificado mucho a vuestra merced el haber
nacido poeta, porque el poeta, para ser bueno, nascitur, y había de
ser el nacimiento por lo menos en Córdoba, madre de poetas, porque el clima del cielo lo
lleva de suelo, y así ha producido tantos y tan buenos en todas edades, porque no en
balde Marcelo la edificó en el sitio que hoy posee con particular observación de astros
y estrellas.
Las teorías fisiológicas sobre los humores habían transferido esta creencia al conjunto
de las ideas estéticas del Renacimiento, especialmente a la retórica, como dilucidó
Victoria PinedaDe
imitatione de Fox Morcillo.
En otro lugar, para encarecer la poesía de Góngora, reprueba la actitud de Jáuregui en
los siguientes términos: «que, siendo vuestra merced español y andaluz, haya querido
oscurecer lo que tantos doctos españoles y hombres de buen gusto han alabado,
engrandecido y reverenciado como a prodigio y monstruo de naturaleza». De estas palabras
se infiere que el autor reconoce en el gusto la cualidad responsable de evaluar el
mérito literario, de distinguir lo aceptable e inaceptable en el plano estético; una
capacidad, en fin, que el propio Jáuregui atribuía también al gusto en el Discurso poético al tratar sobre los niveles de significación de la poesía: «Y
cuanto al aprecio de sus quilates [se refiere a la poesía], juzgará mejor el mejor
gusto, conocerá más el que más sabe»
A la altura de 1624, el encarecimiento de Góngora es reflejo en el opúsculo del grado
de aceptación que entre los doctos había alcanzado su obra, hecho que liga su autor a
algunas consecuencias perversas de su celebridad: el reguero de atribuciones con que
apechugó consciente y resignadamente el poeta cordobés. Así se expone en el Contra el Antídoto:
Y si quiere saber –aunque sí sabe, sino que la pasión lo tiene atontado– cuán en la opinión de todos los que saben de poesía está el señor don Luis y sus obras, que todas las de ingenio, erudición y artificio que salen, no sabiendo su autor, dicen: «A estas bien se les echa de ver que son de don Luis, porque es imposible que otro que él las haya compuesto»; de manera que han hecho caso reservado al ingenio del señor don Luis todas las cosas buenas y de ingenio, aunque sean de otro cualquier esmerado ingenio.
En términos muy similares lo ha explicado en nuestro tiempo con maestría Robert Jammes:
«cuando los aficionados querían indicar en sus “cartapacios” el nombre del autor, y,
para valorar su colección, ponían el de Góngora a todo lo que les parecía
excelente»Nuevos poemas atribuidos a Góngora (1994) debido a Antonio
Carreira (las palabras de Jammes transcritas se encuentran en la p. 10). Allí hacía el
propio Carreira (1994: 18) sucinto recuento de las obras que habían adjudicado a don
Luis: «A Góngora se le ha atribuido alguna comedia, multitud de sonetos, décimas y
letrillas, y más de doscientos romances».
Finalmente, sobresale por su originalidad y singularidad en el contexto de las ideas
que se cruzaron en la polémica gongorina la percepción que el autor de Contra el Antídoto tenía sobre algunos de los juicios, comentarios e
interpretaciones que se habían aplicado a la poesía de Góngora:
Más, que a sus obras del señor don Luis (por estar hechas con tal primor y disposición) les atribuyen hombres doctos de la facultad más sentidos y misterios de lo que ellas en sí encierran, y todos muy buenos, porque verdaderamente son capaces de ellos, aunque a su autor no le pasó tal, ni aun por el pensamiento.
Estas palabras, no exentas de gracia, parecen exorcizar lo que Antoine Compagnon ha
denominado en el presente el «demonio de la crítica». Con sorprendente anticipación
intuyó los riesgos de la sobreinterpretación: trazó, en términos de Umberto Eco, los
límites de la interpretaciónSoledades.
El conocimiento de la cronología de la polémica se hizo más preciso, comprensible y
sistemático desde la publicación de la monografía que Joaquín RosesSoledades
y desde el fundamental inventario y catálogo de piezas de la polémica que incluyó Robert
Jammes en el «Apéndice II»Soledades, esto es, los primeros
pareceres, las primeras cartas censorias y sus correspondientes respuestas. Es algo
reconocido que la correcta cronología de los textos que constituyen esa fase que se ha
dado en llamar epistolar es crucial, puesto que condiciona la datación de los que les
sucedieron. Todos los escritos que participaron en la polémica han de ser examinados en
relación con el resto. Ese conjunto forma un corpus orgánico en el que todos los textos
están interrelacionados, de manera que el análisis de las características externas
(autoría, fecha de composición, título…) e internas de cada uno de ellos exige el
conocimiento de todos los demás a los que replica, defiende o, sencillamente, alude;
todos se reflejan en los anteriores y se proyectan en los futuros. Ninguno, en fin,
puede ser estudiado de forma aislada y autónoma porque las implicaciones entre ellos se
concatenan.
Más certidumbres tendríamos para poder reconstruir un relato fiel de cómo se sucedieron
en la realidad los testimonios de la polémica si conociéramos mejor cuándo y cómo se
difundió la primera Soledad. Se viene considerando el punto de partida
de la difusión el once de mayo de 1613, día en que Góngora, a través de don Pedro de
Cárdenas, remitió al humanista Pedro de Valencia, que residía entonces en Madrid, el Polifemo y la primera de las Soledades para que le
comunicara su parecer. Como cree Robert Jammes, es razonable suponer que escribiría la
Soledad primera «durante los primeros meses del año 1613 y los
últimos del año precedente, después de acabar el Polifemo, al cual
Martín de Angulo y Pulgar asignó la fecha de 1612»Epístolas
satisfactorias que: «En el año de 1612 sacó don Luis a luz manuscrito el Polifemo, y poco después la Soledad primera; consta de
muchas cartas suyas»Epístolas
satisfactorias, f. 39r.Polifemo.
A falta de una edición crítica del poema, lo que sabemos por Dámaso Alonso, Valente y
Glendinning, Robert Jammes y Antonio Rojas Castro sobre los estados redaccionales de las
Soledades no impide pensar, o al menos así nos lo parece, que hubo
versiones anteriores a la que fue remitida a Pedro de Valencia, que representa, junto
con el manuscrito Pérez de Rivas (Biblioteca Nacional de Catalunya, ms. 2056) o con los
que tuvo en sus manos Pellicer cuando preparaba las Lecciones
solemnes, la llamada versión primitiva, de la que se han conservado unos pocos
vestigios. Igual que hubo versiones interpuestas entre la considerada original y la
definitiva, hubo de haber algunas anteriores a la que leyó Pedro de Valencia. Signo
sintomático de ello se puede considerar que las copias contenidas en el de la BNE, ms.
3795 y en el de la Biblioteca Nacional de Lisboa, ms. 3266, terminen en el verso 882,
aunque otra mano completó en su redacción definitiva lo que quedaba del poemaSoledad primera.Soledad Primera estaba todavía inconclusa?»Soledad en el verso 779Editar las Soledades de Góngora en la era
digital. Texto crítico y propuesta de codificación XML/TEI, tesis dirigida por
José María Micó y defendida en 2015 en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona
(http://www.antoniorojascastro.com/tesis/)Las Soledades de D. L. Gongª. Como señalaron Valente y
Glendinning: «probablemente porque no era este el lugar para el título general del
poema» (1959: 14), o cabe pensar también que los versos de la dedicatoria se añadieron
después en esa copia cuando se conoció un estado redaccional más próximo al
definitivo.
Es cierto que de las versiones más antiguas apenas han quedado testimonios; pero eso no
representa una objeción para admitir su existencia; es un hecho que responde a un
proceso lógico en la transmisión manuscrita de la poesía: los poseedores de esas
versiones acabarían por corregir o sustituir sus ejemplares por la versión que al cabo
representó la última palabra del autor; es el comportamiento que se observa en los
manuscritos antes citados o en el de Pérez de Rivas
Otros indicios nos obligan a creer que algunos cuadernos de versos de aquella silva
hubieron de conocerse (y no solo en Córdoba) en un estadio redaccional distinto e
inconcluso meses antes de que llegaran a las manos de Pedro de Valencia. Roland
BéharPlaza
universal sobre el estupor y confusión que produjo en Madrid un género de poemas
a la manera de las silvas de Estacio:
Los ingenios españoles merecen toda alabanza y estima, por la
agudeza y erudición con que escriben varias poesías en diversos estilos. Algunos siguen
de poco a esta parte un nuevo género de composición (al modo de Estacio en las silvas)
fundado en oscurecer los conceptos con interposiciones de palabras y ablativos
absolutos, sin artículos, aunque cuidadoso en la elegancia de frases y elocuciones.
Grandes son las contiendas que causó esta novedad entre los poetas de España,
contradiciéndola por una parte muchos, como contraria a la claridad elegante, y por otra
siguiéndola algunos, como exquisita y adornada de poéticos resplandores. Allá se lo
hayan…Plaza universal
de todas las ciencias y artes…, Perpiñán: Luys Roure, 1629: f. 370r.
Esta miscelánea fue publicada en 1615, pero la censura ordinaria del libro, como ha
observado Béhar, fue firmada en Madrid el cuatro de abril de 1612 por Cetina y la
aprobación del padre Juan de Dicastillo está firmada en el colegio de la Compañía de la
misma ciudad a primero de mayo del mismo añoSoledad, sin nombrarla por su título, sino refiriéndola
por su adscripción genérica, enumerando los rasgos distintivos que mayor oposición
encontraron en los primeros textos de la polémica, nos hacen pensar que el pasaje
estaba en el original que Suárez de Figueroa remitió en 1612 al Consejo de Castilla, y
que, por tanto, el referente de su observación es una fase redaccional muy temprana e
inconclusa de la primera de las Soledades. Soledades y a Góngora, y es reflejo de la
perplejidad que causó la novedad de aquel «género de composición», que el autor
relaciona con las silvas de Estacio: cómo no pensar que Suárez de Figueroa se refiere a
la silva de las Soledades. La misma admiración y extrañeza ante el
género y el metro que demostraban las palabras del autor vallisoletano pudieron
determinar el título que se aplicó al poema en su más temprano comentario, precisamente:
Silva a las Soledades de don Luis de Góngora con anotaciones y
declaración por Manuel Ponce, y un discurso en defensa de la novedad y términos de su
estilo. Azaustre Galiana
En nuestra opinión, solo la temprana y provisional difusión de la primera Soledad en un estado aún inconcluso puede dar credibilidad a la declaración de
Suárez de Figueroa, presumiblemente en 1612, sobre los juicios que concitó lo que se
conocía del poema. Ello supone, claro está, aceptar, como creemos, que las palabras de
la Plaza universal… tienen como referente los versos que hasta
entonces se conocían de las Soledades. Y justificaría, igualmente, que
la intención de Andrés de Almansa y Mendoza en sus Advertencias…Advertencias en
el verano de 1614.Soledad respondiera a un propósito real
y sincero motivado por el estado de opinión creado en los albores de la polémica. Lo
mismo se puede decir del ánimo que propició la redacción en 1613 de las Anotaciones de Manuel Ponce, quien confesaba a su dedicatario, el conde de
Salinas, lo siguiente (f. 34rv):
Mil veces he resistido el animoso intento de investigar la inteligencia de esta silva; viendo que tantos sujetos ingeniosos la deponen, y se privan de entenderla. Y otras tantas me ha vencido la porfía de un secreto impulso, quizá movido (con arduas esperanzas) de la misma dificultad de esta empresa; cuyo honor (si bien desconfío merecerle) debía ser igual al riesgo que tiene el hecho; mas ya que prometí su cumplimiento al deseo forzoso ha de ser que le tenga, quedando en obligación (no pequeña) a mi ingenio, con quien he querido adeudarme, reconociendo el crédito [que] granjeo; en intentar lo que tantos han temido, atropellando los miedos que me han puesto las opiniones diversas, si ya no merezco más culpa que estimación por no haberme sujetado a creer lo que en general dice que siente el torrente de los doctos, agudos, y curiosos: de cuyas tres especies no he visto que alguno haya aprobado en todo esta silva.
Sirva este excurso para validar que la aceptación de tan temprana divulgación de la
primera Soledad y de los primeros escritos conservados de la polémica
supone admitir también que Jáuregui comenzó la redacción del Antídoto
en 1614, y, con arreglo a las alusiones que se hacían en el exordio y en el epílogo al
soneto «Pisó las calles de Madrid el fiero» y a la décima «Por la estafeta he sabido»,
respectivamente, estuvo trabajando en ella hasta 1615. Es la datación que, asumiendo el
razonamiento expuesto por Jammes, sostuve en la edición de la censura de JáureguiAntídoto se convirtió en pieza crucial de la polémica porque en las respuestas
que recibió se formularon algunos de los juicios más sesudos sobre el género, las
fuentes y la constitución retórica de las Soledades. Su difusión
desencadenó tan nutrido corpus de pareceres, anotaciones, poemas y otros escritos de
difícil clasificación, que han acabado por formar un corpus reconocible y funcional en
el copioso inventario de escritos relacionados con la polémica gongorina. Así lo hizo
RosesAntídoto y sus respuestas». El
Antídoto, en fin, es el referente de las notas marginales en varios
manuscritos, las décimas anónimas «Antídoto ha intitulado», que se encuentran también en
el BNE, ms. 3726, el perdido Antiantídoto de don Francisco de Amaya,
el también desaparecido Papel del alférez Estrada, el Examen del abad de Rute, la Defensa e Ilustración de la
«Soledad primera» de Francisco de Cabrera, los Discursos apologéticos
y Anotaciones y defensas de Pedro Díaz de Rivas, las Décimas del padre Luis de Guzmán contra las sofisterías del Antídoto, la «nota
de cierto advertente», obra también del autor del Contra el Antídoto.
A estas réplicas reconocidas hay que añadir el soneto de Góngora «Con poca luz y menos
disciplina», cuyo objeto de burla son Jáuregui y el Antídoto, como
López BuenoContra el Antídoto cuando reprueba a Jáuregui a través de la alusión
al primer verso de tal composición: «porque nunca un yerro viene solo, sacó a luz, con poca luz y menos disciplina, una obra que le intituló Orfeo».
No todo fueron veras en el debate teórico y crítico generado por los poemas mayores de
Góngora: hubo mucho de bromas, burlas y donaires. Es cierto que sobre las Soledades se fueron sedimentando juicios sesudos, comentarios monumentales y
exámenes críticos empedrados de erudición; pero no es menos cierto que desde los
primeros compases de la polémica lo jocoso definió el estatuto expresivo de muchos de
los escritos que en ella se cruzaron. El propio Góngora, como se ha referido antes,
respondió a los desaires de tanto «crítico» y de tanto «pedante», ya con sonetos y
décimas burlescas, ya con algunos de sus versos más graves y crípticos. El Antídoto compareció en la recién nacida controversia marcado por el designio de
lo cómico, y en él los chistes y glosas burlescas aligeraban el contenido teórico y
crítico, camuflado bajo el registro de la epístola familiar. No es casualidad que la
primera de las cartas anónimas que escribieron a Góngora en razón de las Soledades, atribuida tradicionalmente a Lope, y la Respuesta a la
que le escribieron, admitida como del propio Góngora, formaran parte del
manuscrito recopilado por Francisco Pacheco Libro de varios de tratados de
graciosidad y erudición, de diferentes autores (Biblioteca de Humanidades de la
Universidad de Sevilla, ms. RA-158), una de las mejores colecciones de piezas escogidas
de la literatura jocosa del Siglo de Oro. Esta circunstancia nos parece un indicio
inequívoco de que estas cartas fueron percibidas entonces, por encima de su fondo
doctrinal, como juguetes literarios.
El opúsculo titulado Contra el Antídoto nació también con la pulsión
de lo jocoso. Su autor, compilador del volumen, lo concibió como un texto prólogo, como
un escrito marco, en el que se dirigía al autor del Antídoto porque
había compilado las obras más juiciosas que habían respondido a Jáuregui con graves
argumentos. Él se sentía excusado, y así lo expone, de contestar con razones críticas.
Por ello, el Contra el Antídoto puede resultar un escrito
desconcertante en el contexto de la polémica gongorina y de las réplicas al Antídoto porque se escapa de los procedimientos de estas, basados en recoger los
ataques de Jáuregui y con ellos y sus refutaciones componer un discurso que bien podía
llamarse ilustración, examen, apología o anotaciones y
defensa. No hay en él alusiones ni citas eruditas. El autor se disculpa de todo
ello invocando los textos de gongoristas confesos que se habían entregado a tal
ejercicio y que él recopila. En suma, parece tener presente el modelo de discurso que
Quintiliano llamó extemporalia oratioInstituciones oratorias, 4, 1, 54-57.Antídoto, como dictaba la retórica.
Con todo, debajo de un discurso en apariencia desarticulado, el opúsculo descubre una
visión crítica muy inteligente. En primer lugar, define con evidentes ironía y acierto
el marco del discurso del Antídoto: el vejamen. No concibe la
literatura como un museo intangible y acabado, sino como un acontecer en la historia,
cuyos motores son los genios como Góngora. Hay, por otro lado, en tan breve texto una
intensa conciencia de la vida literaria. El autor introduce en su escrito la experiencia
vital, inmediata y compartida, y en su argumentación y observaciones nos permite ver
cómo en las discusiones poéticas intervinieron el realismo y la mordacidad popular.
El opúsculo tuvo por objeto abominar de Jáuregui más que defender a Góngora, porque, si se acepta la cronología que hemos propuesto, Góngora, para entonces, no necesitaba ser defendido. Y, en efecto, todo se orienta exclusivamente al descrédito de su oponente, exhibiendo muchas variedades de la virulencia y mordacidad verbales: censura académica, concesión desdeñosa («y si quiere saber, aunque sí sabe»), áspero coloquialismo («ingenio depravado»). En resumidas cuentas, a la altura de 1624, atacar a Jáuregui y defender a Góngora era una causa ganada de antemano.
En sentido estricto, el Véanse Biblioteca Nacional (1984: 165), García
Soriano (1926: 628), Gates (1960a: 503) y (1960b), Jammes (1962:196), Romanos (1983
y 1985), Jauralde Pou (1998: I, 604-606), Rico García (2002).Contra el Antídoto pertenece a las
tradiciones textuales de un solo testimonio manuscrito. Como consta en los datos
bibliográficos de este trabajo, la fuente que lo ha transmitido es uno de los códices
más importantes para el conocimiento de la polémica gongorina, el BNE, ms. 3726: Obras de Góngora y referentes a él; poesías de Luis Carrillo y Castillo
SolórzanoFábula de Acis y Galatea (f.
1-7); 2) Alonso de Castillo Solórzano, Fábula de Polifemo a lo
Burlesco (f. 8-10); 3) Luis de Góngora, Fábula de Polifemo y
Soledades (f. 20-71); 4) Pedro Díaz de Rivas, Discursos apologéticos
por el estilo de las «Soledades» y Las anotaciones y
comentarios (f. 72-221); 5) Juan de Jáuregui, Antídoto Contra la
Pestilente Poesía de las "Soledades" (f. 224- 248); 6) La décima Antidòto ha intitulado; 7) Contra el Antídoto y en favor de Don
Luis de Góngora por un curioso (f. 249-253); 8) El Examen del
«Antídoto» (f. 253-313); 9) Canción a la Toma de Larache, seguida
de las Anotaciones de Pedro Díaz de Rivas (f. 317-343).
En cuanto a las características externas, es un tomo de 3 h., 343 f., 3h. Mide 215 x 250 milímetros. La letra es del siglo XVII. La foliación está hecha a lápiz. Está encuadernado por Grimaud en tafilete rojo con incrustaciones doradas. La copia es de varias manos. Varían las tintas, los tipos de letra y el papel.
El Contra el Antídoto se copió por la misma mano tras la censura de
Jáuregui y la décima «Antídoto ha intitulado / a su crítica escritura…», obra del mismo
autor del opúsculo, y cuyo epígrafe reza Contra el Antídoto que don Juan de
Jáuregui hizo contra las Soledades. Décima. Eunice Joiner Gates editó en 1960 la
copia del Antídoto contenida en este códice y los Discursos Apologéticos de Díaz de Rivas. En su edición del Antídoto, Joiner Gates trasladó fielmente el texto del ms. 3726 y llevó al
aparato crítico las notas marginales de Díaz de Rivas y los fragmentos de sus Anotaciones, también contenidas en el códice, que hacían referencia
puntual a los pasajes del escrito de Jáuregui.
Este testimonio es citado en la edición como G.
Como se ha dicho, stricto sensu, el BNE, ms. 3726 es el único de los
testimonios que tienen pertinencia textual, pues el BNE, ms. 5566 (Cancionero. Obras de Cornejo)codex descriptus del siglo XVIII del BNE, ms. 3726, pues
aparecen también, y en el mismo orden, las obras que se recogen en dicho manuscrito.
Así, el texto del Antídoto ocupa los folios 253-312 y es una copia
exacta de G, pero con letra del siglo XVIII. Contiene las mismas notas
marginales de Díaz de Rivas, idéntico subrayado, etc. Le suceden la décima y el Contra el Antídoto, que ocupa las p. 315-327. Con letra del siglo XVI
aparece en la primera parte del volumen un cancionero con obras de don Diego Hurtado de
Mendoza.
El copista es bastante escrupuloso con su modelo, de tal manera que cuando advierte una
omisión sobrescribe el texto omitido (véase por ejemplo NDEC 78). Aunque ecdóticamente
no tiene pertinencia, no se ha eliminado completamente en la recensio
y sus variantes han sido recogidas en el aparato crítico, porque incurre en algunos
errores de copia que, a pesar de no ser significativos, sí son, al menos, curiosos. En
algunos casos moderniza, de acuerdo con la ortografía del XVIII, los usos gráficos del
modelo (véase, por ejemplo, NDEC 91). La copia es, en líneas generales, tan fiel que no
enmienda ni siquiera los errores (véanse NDEC 70 y 128). En ocasiones ha deslizado malas e incomprensibles lecturas, como crujen en lugar
del original corrigen (NDEC 122). Por otro lado, introduce algunas
abreviaturas que no están en el original, como D n
por
En suma, quedan también reflejadas en la edición las lecturas de este testimonio,
aunque no tienen valor independiente, para hacer visible su vinculación con G, del que solo difiere por su mayor grado de corrupción.
Este testimonio es citado en la edición como C.
En el siglo XX, el Contra el Antídoto fue impreso en dos ocasiones.
Artigas editó el testimonio manuscrito contenido en el BNE, ms. 5566 en un apéndice de
su monumental Don Luis de Góngora y Argote. Biografía y estudio
crítico (1925). La edición ocupó las páginas 395-399 y puso por primera vez en
circulación impresa el texto. Su factura es correcta, aunque transcribió en la mayoría
de los casos los errores de C. En otros, enmienda el modelo para hacer
inteligible el texto (véase NDEC 119), y en ciertos lugares trivializa: por ejemplo no
entiende la expresión «llevar de suelo», que sustituye por «llevar de suyo» (véase NDEC
96). También se dan sustituciones de muy diversa índole, cambios por alteración del
orden, omisiones de palabras. En el aparato crítico de la edición se recogen las
lecciones singulares que mejor muestran el comportamiento de este testimonio.
Es citado en la edición como A.
En 1986, Ángel Pariente editó esta singular pieza entre el conjunto de textos de la
polémica que formaron parte del volumen En torno a Góngora. Ocupa en
él las páginas 95-101. Reprodujo el texto del BNE, ms. 3726 con pulcritud, e indica la
procedencia: «Transcripción del manuscrito 3726 de la Biblioteca Nacional de Madrid.
Manuscrito de mejor lectura que el 5566 utilizado por Miguel Artigas»lectio
facilior que Artigas había transmitido (NDEC 145). Moderniza la puntuación, pero
en los pasajes más ambiguos y enredados sintácticamente tiende a mantener los
arbitrarios criterios del Siglo de Oro que están en el modelo.
Citamos este testimonio en la edición como P.
Los errores evidentes de G, trasladados también por CAP en casi todos los casos, han sido enmendados en la edición. En ocasiones,
como recoge el aparato crítico, las ediciones de Artigas y Pariente corrigieron
acertadamente errores de sus respectivos modelos, y así queda reflejado.
La comprensión e interpretación del contenido y la intención del Contra el
Antídoto han sido los objetivos primordiales de la anotación filológica. De
acuerdo con los criterios establecidos para el proyecto de edición de la polémica
gongorina (OBVIL Polèmique gongorine), la anotación filológica
pretende facilitar el acceso al significado global de la obra en tres niveles
fundamentales: lingüístico, semántico y literario.
Díaz de Rivas, Pedro:
Fernández de Córdoba, Francisco:
Jáuregui, Juan de:
Pérez de Montalbán, Juan:
Quevedo y Villegas, Francisco de:
Vega Carpio, Lope de:
Vulgata:
Angulo y Pulgar, Martín de:
Calvo, Fray Pedro:
Flórez, Enrique:
Góngora, Luis de:
Pérez de Pineda, Juan:
Salcedo Coronel, García de:
Suárez de Figueroa, Cristóbal:
Suárez de Figueroa, Cristóbal:
Tamayo de Vargas, Tomás:
Tarsia, Pablo Antonio de:
Vulgata:
Agulló y Cobo, Mercedes:
Alemán, Mateo:
Alonso, Dámaso:
Álvarez Curiel, Francisco J.:
Antonio, Nicolas:
Artigas, Miguel:
Azaustre Galiana, Antonio:
Béhar, Roland:
Biblioteca Nacional:
Bonilla Cerezo, Rafael:
Brown, Kenneth:
Caramuel Lobkowitz, Juan:
Carmona, Juan Ignacio:
Carrasco Urgoiti, Mª Soledad:
Carreira, Antonio:
Cervantes Saavedra, Miguel de:
Conde Parrado, Pedro y Tubau
Moreu, Xavier (eds.):
Correas, Gonzalo:
Chevalier, Maxime:
Dadson, Trevor:
Daza Somoano, Juan Manuel:
Delicado, Francisco:
Egido, Aurora:
Entrambasaguas, Joaquín:
Escapa, Pablo Andrés, Delgado
Pascual, Elena, Domingo Malvadi, Arantxa,
Rodríguez Montederramo, José Luis:
Fernández de Avellaneda, Alonso:
Fernández Ordóñez, Inés:
García Soriano, Justo:
Gates, Eunice Joiner:
Gómez Camacho, Alejandro:
Góngora, Luis de:
Herrera, Fernando de:
Hoek, Léo H.:
Iglesias Feijoo, Luis:
Iglesias ovejero, Ángel:
Jammes, Robert:
Laplana Gil, José Enrique:
Layna Ranz, Francisco:
León Pinelo, Antonio de:
Jauralde Pou, Pablo (dir.):
Jáuregui, Juan de:
Lapesa, Rafael:
López Bueno, Begoña:
Madroñal, Abraham:
Mal Lara, Juan de:
Molina, Tirso de:
Moll, Jaime:
Montero, Juan:
Mosquera de Figueroa, Cristóbal:
Núñez Rivera, Valentín:
Orozco Díaz, Emilio:
Osuna Cabezas, María José:
Pariente, Ángel:
Periñán, Blanca:
Porqueras Mayo, Alberto:
Quevedo y Villegas, Francisco de:
Quintiliano, Marco Fabio:
Rico García, José Manuel:
Ringler, William:
Robles, Juan de:
Rojas Castro, Antonio:
Romanos, Melchora:
Roses, Joaquín:
Serís, Homero:
Sigüenza, fray José de:
Soons, Alan C.:
Tamayo de Vargas, Tomás:
Thomas, Lucien-Paul:
Trillo y Figueroa, Francisco de:
Urríes y Azara, Jordán:
Valente, José Ángel y Glendinning, Nigel:
Vega Carpio, Lope de:
Por ser yo también natural de Sevilla, mi señor ab incunabulisA. B. C. nos las enseñó a los dos un mismo maestro, que
fue Bazán, me atrevo, por todos estos títulos y por ser mayor de edad, a decirle a
vuestra merced lo mal que lo miróGCAP [La ortografía del texto en G no tiene tilde diacrítica
para distinguir, como en este caso, la primera persona del singular del presente de
indicativo de la tercera persona del pretérito perfecto simple, pero del contexto se
deduce que se trata del pretérito y de la tercera persona, puesto que se dirige con la
fórmula de tratamiento vuestra merced a Jáuregui para hacerle saber
que ‘lo mal que lo calculó o advirtió al decidirse a escribir el Antídoto’; pues como señala Covarrubias mirar «muchas veces
se toma por advertir y considerar. Malmirado, poco advertido».
AsíG ansí.GP : D.n
CA
También le hubiera calificado mucho a vuestra merced elGCP : de Anascitur, y había de ser el nacimiento por lo
menos en Córdobapoeta nascitur non fit, atribuida a Platón, a Cicerón y a otros. Sobre
la historia de este aforismo es imprescindible el trabajo de Ringler (1941); Porqueras
Mayo (2003: 52) examinó su presencia en Cervantes y en el conjunto de las ideas
literarias en España. Apela también el autor de Contra el Antídoto a
un principio contenido en la teoría de la imitatio renacentista, muy
interiorizado en la preceptiva retórica y en la propia creación poética: cada pueblo
tiene su propio temperamento y una forma característica de expresión. La idea fue
magistralmente formulada en el De imitatione de Fox Morcillo; véase
Pineda (1994: 82-104). Rico García (2001: 65) recogió este pasaje de Contra el Antídoto para examinar cómo se había aplicado el concepto en la
polémica gongorina. En el corpus de la polémica, los elogios a Córdoba como solar
propicio para el estro poético son frecuentes entre los defensores de Góngora, muchos
de ellos naturales también de Córdoba.GCP : suyo A [La expresión «llevar de suelo» no la entendió Artigas. Se aplica
aquí a ‘llevar de natural o por naturaleza: el cielo de Córdoba ha perpetuado esta
cualidad’. Además, parece que hay un evidente juego de palabras entre ‘cielo’ y
‘suelo’ que tampoco percibió A. Autoridades recoge la acepción:
«Frase metafórica que vale haberse continuado, y continuarse alguna cosa en una
comunidad o familia, y ser ya como propiedad inseparable de ella». Un uso semejante se
encuentra en fray José de Sigüenza: «Vacó el oficio de General a veintidós días del
mes agosto del mismo año, y fue necesario se juntasen los del capítulo privado, como
confirmadores de la elección; detuviéronse en los negocios que se ofrecieron harto
pesados, hasta el treinta del mismo mes en que fue electo, y confirmado por general de
la orden, el Padre fray Gonzalo de Toro, uno de los inquisidores que se nombraron en
el capítulo general pasado, que era prior de Montamarta, y profeso de la misma casa,
que lo llevaba España sagrada,
«Pedro Díaz de Rivas, también cordobés y sobrino del padre Martín de Roa, quiso dar a
esta fundación mayor antigüedad, atribuyéndola al abuelo del precedente [se refiere a
la opinión del humanista Ambrosio de Morales, recogida inmediatamente antes y que
consideraba a Claudio Marcelo el fundador], que fue Marcelo, el triunfador de Sicilia,
de quien Apiano, página 263, dice que vino a España acompañado de Claudio Nerón, y
Rivas lo reduce al año 543 de la fundación de Roma, que en nuestras tablas del tomo 4
es el 211 antes de Cristo. Esta opinión tiene contra sí al mismo Morales, libro 6,
capítulo 4, y al doctor Juan Gómez Bravo, que en el Catálogo de los
libros de los obispos de Córdoba desata los fundamentos de Rivas, diciendo que
este Marcelo no vino a España, como antes escribió Morales, pues en el año citado,
543, fue su triunfo en Roma…» (Enriquez Flórez, España sagrada…,
1775, t. X, p. 167). El autor de Contra el Antídoto probablemente
sigue la opinión de Díaz de Rivas, a quien debió de conocer y cuya autoridad le merece
buen juicio; de modo que el Marcelo referido por él sería el cónsul Marco Claudio
Marcelo (268-208 a. C.).GC : es AP [Artigas y Pariente enmiendan y construyen una
oración atributiva. Mantenemos la lección de G porque se
sobreentiende la elipsis del núcleo del predicado «pero en vuestra merced [no
influye]»Heria, con aspiración de la h, era
el modo de referirse a la calle Feria de Sevilla. «Los de la Heria» son los vecinos de
la calle y barrio del mismo nombre, lugar habitado por las clases populares y
frecuentado por rufianes en la Sevilla del Siglo de Oro. El hambre y la miseria fueron
las raíces del carácter atrabiliario que proverbialmente se atribuía a sus pobladores.
A causa de la hambruna y del brote epidémico de 1521 protagonizaron el ocho de marzo
de ese año el motín del pendón verde, una de las revueltas urbanas contra los poderes
civiles más significadas de la historia moderna en Sevilla. La sedición tomó el nombre
por el pendón verde almohade que se custodiaba como trofeo de la reconquista en la
capilla bautismal de la iglesia de Omnium Sanctorum, sita en la misma calle Feria. Los
amotinados arrebataron el pendón y se dirigieron al ayuntamiento, donde fueron
serenados momentáneamente por el asistente de la ciudad, el marqués de la Algaba. Pero
al día siguiente los sediciosos extendieron por toda la ciudad la sublevación buscando
los depósitos de trigo y grano ocultos. El levantamiento fue reprimido y sus
cabecillas condenados a muerte y ejecutados. Véase Carmona (2000: 244).magdalénico: con esta creación léxica por derivación se refiere a
los vecinos de la collación o parroquia de la Magdalena. En esa zona vivían las
familias más acomodadas de la ciudad. El sufijo -ico es inusual en
el habla sevillana para indicar procedencia o pertenencia. Es muy posible, como nos ha
sugerido atinada y amablemente el profesor Conde Parrado, que el neologismo fuera
concebido por su autor como vocablo esdrújulo, en correspondencia con diabólico. Esta probable acentuación añade otros matices burlescos a la
palabra, que representaría en su pronunciación esdrújula el aire ostentoso de las
personas por ella designadas.que: «Topé luego la nariz, / y, p
(Molina
1996: 334).balacito: «Se llama también una pelotilla hueca hecha de cera,
dentro de la cual se pone agua de olor o común y en las carnestolendas por juego y
festejo se suele tirar» (Autoridades).GC : así APGCA [Puntuamos así
el enunciado porque a nuestro juicio el sujeto de la enunciación está legitimando su
discurso a través de su propia experiencia, pues, como declara en el comienzo del
opúsculo, él es también magdalénico, esto es, de la collación de la
Magdalena.mollete: ‘panecillo blanco, muy esponjoso y poco cocido’. Guzmán de Alfarache
también evocaba los molletes y mantequilla que
había comido durante su vida regalada en Sevilla: «Era yo muchacho vicioso y regalado,
criado en Sevilla sin castigo de padre, la madre viuda –como lo has oído–, cebado a
torreznos, molletes y mantequillas y sopas de miel rosada, mirado y adorado, más que
hijo de mercader de Toledo o tanto» (Alemán 2013: 67). zahínas: ‘Gachas o puches de harina que no se dejan espesar’.
También regalaba Aldonza, la lozana andaluza, a los traperos y
valentones de la calle de la Heria o Feria con las zahínas y otras golosinas similares
a las que propone este pasaje: «… traperos había en la cal de la Heria ¿que? querían
probarlo, y máxime cuando era un buen pecho de carnero. Y ¡qué miel! Pensad, señora,
que la teníamos de Adamuz, y zafrán de Peñafiel, y lo mejor del Andalucía venía en
casa de esta mi abuela. Sabía hacer hojuelas, prestiños, rosquillas de alfajor,
tostones de cañamones y de ajonjolí, nuégados, sopaipas, hojaldres, hormigos torcidos
con aceite, talvinas, zahínas y nabos sin tocino y con comino, col
murciana con alcaravea, y olla reposada no la comía tal ninguna barba. Pues boronía
¿no sabía hacer?: ¡por maravilla! Y cazuela de berenjenas mojíes en perfección,
cazuela con su ajico y cominico, y saborcico de vinagre, esta hacía yo sin que me la
vezasen. Rellenos, cuajarejos de cabritos, pepitorias y cabrito apedreado con limón
ceutí. Y cazuelas de pescado cecial con oruga, y cazuelas moriscas por maravilla, y de
otros pescados que sería luengo de contar. Letuarios de arrope para en casa, y con
miel para presentar como eran de membrillos, de cantueso, de uvas, de berenjenas, de
nueces y de la flor del nogal, para tiempo de peste; de orégano y hierbabuena, para
quien pierde el apetito. Pues ¿ollas en tiempo de ayuno? Estas y las otras ponía yo
tanta hemencia en ellas, que sobrepujaba a Platina, De voluptalibus,
lo correcto es voluptatibus y Apicio Romano, De re
coquinaria» (Delicado 1994: 177-179). Volver a la nota supra.alejijas: ‘Gachas de harina de cebada condimentadas con ajonjolí’.
Las zahínas y alejijas han pervivido en el léxico
meridional, como refleja el DRAE; aunque se encuentran más
extendidos los nombres de gachas, puchas o puches
y poleás. Hoy se consumen como postre, y de su origen humilde surgió el dicho popular:
«Tres nombres tienen las desgraciás: gachas, puchas y poleás».cochos GP cocta CA [cochos es
‘cocidos’; lo mismo que en compota o en carne de membrillo.alegrías: ‘ajonjolí’.arropía: ‘especie de caramelo hecho con miel e higos’. El origen
léxico es el arrope. El DRAE considera la arropía
como la ‘melcocha’. En los años sesenta del siglo XX los arropieros pregonaban en la
ciudad de Sevilla estos caramelos de color rosa y pegajosos por la miel: «Arropía de
la Turquía, / largas y retorcías, / llevo la arropía». Una sevillana de Francisco
Palacios, El Pali, («Sevilla de mi niñez», perteneciente al disco
Mi Sevilla [1977]), evoca esa Sevilla popular y perdida: «Dónde
están los afilaores / y el tío de la arropía».chochos: ‘altramuces’. El niño que encarna el sujeto de la
enunciación en el célebre romancillo «Hermana Marica» de Góngora proponía una merienda
idéntica: «compraremos de él / (que nadie lo sepa) / chochos y garbanzos / para la
merienda».
A atrevimiento, y no a saber o a operación de mocedad (y aun así, me dicen, lo ha
confesado vuestra merced, ya más cuerdo),
Y en este caso he visto cumplidos aquellos dos mandatos del Sabio, que, aunque tan
opuestos, se han careado y dado paz en esta guerra que vuestra merced ha tomado a su
cargo, a fuego y sangre, de su voluntad, sin haberle ofendido alguno. Y, a mi ver, ha
sido a la manera de unos perrillos o gozquejosozquejo: diminutivo despectivo de gozque: ‘perro pequeño y
ladrador’. La entrada de Covarrubias permite entender cabalmente el uso: «Unos
perrillos que crían gente pobre y baja; son cortos de piernas, largos de cuerpo y de
hocico, importunos a los vecinos, molestos a los galanes, odiados de los galanes». El
símil lo emplea también Góngora en el soneto «De los que censuraron su “Polifemo”»:
«Pisó las calles de Madrid el fiero / monóculo galán de Galatea / y, cual suele tejer
bárbara aldea / soga de gozques contra forastero».G : om. CAP [La
redundancia morfológica es característica del usus scribendi del
autor.GP : crujen CA [Artigas no lee bien la palabra del original, y por ello pone entre
interrogantes la lección.GCP : averiguación AP : también GCAProverbios, atribuido tradicionalmente al rey Salomón. Francisco de
Trillo y Figueroa se servirá de un proverbio análogo en otro de los textos que
conforman la polémica de las Soledades, el discurso preliminar Razón desta obra, parte de que se compone, estilo… de la Neapolisea (Granada, 1651) (1651_neapolisea). Así impugna algunas de las
opiniones vertidas por González de Salas en la Nueva
idea de la tragedia antigua (Madrid, 1633): «Y así será mejor dejarlo en su
ignorancia, como al hierro en el orín, supuesto que, como dice el Sabio (Prover. c. 15, n. 21), stultitia gaudium stulto» (Trillo
1951, 437).NeGP : No C Non A [Así lo dicta
el texto bíblico. Ne es la negación para la prohibición y la
negación optativa, non es la negación en enunciados objetivos.
respondeasGCAP stulto iuxta stultitiam suamProverbios 26, 4: «No respondas al necio según su necedad [para que
no seas tú necio como él]». Responde stulto iuxta
stultitiam suamGP : om.
CAG : reñir P : ceñir CA
[Salvo G, el resto de los testimonios trivializan la lección
correcta heñir. La frase o locución verbal dar en qué
heñir la recoge el Vocabulario de refranes de Correas con el
significado de ‘dar en qué entender, y dar fatiga y molestia’. Significado que aún
recoge la última edición del DRAE en la entrada correspondiente a la
locución verbal coloquial hay mucho que heñir, usada para «expresar
que para concluir algo aún se necesita trabajar mucho en ello».GP : D.n
CAestultitia: ‘estulticia, necedad’. El término con la forma estultitia, como cultismo léxico, se registra, por ejemplo, en la Defensa de las lágrimas de los justos perseguidos y defensa de las
religiones y estado eclesiástico (1621) de fray Pedro Calvo: «Para que Dios no
tome en cuenta la estultitia de los que hasta hoy, con ignorancia,
murmuraron de las lágrimas de los justos» (1621: 182).GP : om. CAtítulos: ‘razones’.AP : hufame GCIuxta stultitiam suamC, suam se ha sobreescrito.Antídoto censuraba
a Góngora y no a ellos.GP : D.n }CAGCP :
om. AGP : D.n
CAGP : D.n
CAGP :
qualesquier CAMás: ‘además’, ‘sobre todo’.G presenta la palabra con la ortografía de la velarización habitual de
la época: güele.GP : D.n
CApolicía (pulicía en los testimonios con la
vacilación del timbre de la vocal átona): vale aquí tanto como ‘elegancia, lucimiento,
ornato’. Hace el término sinónimo de gallardía, como cualidad
retórica; así Herrera (1972: 361): «Culpan algunos aquel Soneto: “Amor m’ha posto come
segno al strale”, por desnervado y sin fuerza y vida; porque contentándose Petrarca
lamente con el ornato y policía de él,
parece que no dejó allí cosas que diesen vigor a aquellas dulzuras y terneza de
palabras que puso»; «Pienso que por ventura no será mal recibido este mi trabajo de
los hombres, que desean ver enriquecida nuestra lengua con la noticia de las cosas
peregrinas a ella; no porque esté necesitada y pobre de erudición y doctrina; pues la
vemos llena y abundante de todos los ornamentos y joyas, que la pueden hacer ilustre y
estimada; sino porque atendiendo a cosas mayores los que le pudieron dar gloria y
reputación, o no inclinándose a la policía y elegancia de estos
estudios, la desampararon de todo punto en esta parte» (Herrera 1972: 307).e
GC : su AP [G (y C, que lo copia directamente) trae la abreviatura señalada, en lugar de
«nombre».pulido: ‘elegante, curioso’; véase la nota 154 a propósito del
significado retórico de policía.que: ‘más que’.andar en pregón: ‘estar en boca y en la opinión de todo el
mundo’.GCAPGP : de
CAAntídoto, y aduce, entre otros
muchos argumentos, que no parece fortuita esta alusión contenida en el opúsculo que
editamos.